viernes, 4 de julio de 2014

Una historia del pensamiento

 

A.'. G.'.D.'. G.'.A.'.D.'.U.'.
Sublime M.'. en turno
QQ.'.HH.'. todos en sus diferentes niveles y jerárquicas
México d.f a Julio de 2014 E.'. V.'.
 
 
 
 
Del politeísmo al pensamiento progresista.
El Papa Gregorio XVI condena la libertad de conciencia, viendo en ella un arma de destrucción y de decadencia para la civilización cristiana.
 
Los primeros siglos de la historia de nuestra civilización acontecen en el espacio geográfico del Imperio Romano. Todos los ciudadanos están bajo la Autoridad Imperial.  El Emperador, considerado como la primera Divinidad a la que todos  los ciudadanos deben veneración y sumisión.
 
Junto a la Divinidad Imperial,  existen otros muchos dioses,  de los cuales,  los ciudadanos son libres de hacer de uno de ellos, el dios de sus devociones.  A Él se dirigen e imploran, ofreciéndole sacrificios y ofrendas en solicitud de protección.

En el siglo IV, el Emperador Constantino se convierte  al cristianismo, y en el transcurso de su reino acabará  imponiéndolo  como religión oficial del Imperio. Es el comienzo de la cristianización de la civilización occidental.  El Emperador Constantino, además de asumir el poder terrenal, asume también la dirección de la nueva religión oficial del Imperio. Lo que en esta época era lo natural, siendo el Emperador la autoridad suprema sobre los cuerpos de los ciudadanos, le corresponde también ser la autoridad de sus almas. La iglesia, gozando de los privilegios que el poder imperial le acordaba, la institución eclesiástica se consolida.
 
En la administración del poder del Imperio, la jerarquía eclesiástica es cada vez más influyente, no sólo se ocupa de los asuntos religiosos sino también de lo terrenal y lo político.

Los responsables religiosos, más próximos de lo terrestre que de lo espiritual y del cristianismo primitivo, llegaban a confundirse y a compararse con los príncipes y los nobles por el lujo y las riquezas de sus palacios y de su corte. Pronto surgieron entre clero y nobleza intrigas y luchas de poder, defendiendo cada uno sus legítimas prerrogativas  al  poder terrenal en este mundo.

El Vaticano, con el papa y sus cardenales, pretendían ser los auténticos, por voluntad divina, los que debían gobernar el mundo. La argumentación utilizada  para justificar este derecho fue que, siendo el Papa el responsable del alma de todos los cristianos, forzosamente tenía que serlos de los cuerpos, ya que era el alma la responsable de las acciones del cuerpo. El Estado del Vaticano ya constituido, para confirmar su soberanía terrestre, presenta un documento: “La Donación de Constantino” en el año 754, en el que el Emperador confía al papa,  además de la primacía sobre el gobierno de las almas, también la soberanía terrenal de toda la Europa Occidental. En este tiempo, la tiara papal reposa sobre la cabeza de Etienne II. Entonces, los estados vaticanos comprendían la parte central de Italia.

Este extenso territorio hoy ha quedado reducido a las cuarenta y cuatro hectáreas que son hoy la Ciudad del vaticano. En 1440, el humanista Lorenzo Vallo, demuestra que el documento “La donación de Constantino” es un falso.

La civilización cristiana llegará a su apogeo en el siglo XIII. La sociedad medieval, creyente al extremo, de una fe inquebrantable, mezcla de supersticiones y de miedos. Es el tiempo de la construcción de catedrales, edificios impresionantes por su grandeza y de una belleza inigualable.


Símbolos de un  Dios  omnipotente y omnipresente en las conciencias de los creyentes.  Pero también  es el tiempo del obscurantismo.

Todo fenómeno natural responsable de calamidades como  la peste, la hambruna, y las guerras entre los hombres era considerado como el castigo divino por  los pecados de los hombres. Ascetas fanáticos anunciaban el fin del mundo, el juicio final,  a lo que se tenía que estar preparado. Esta vida es pasajera, sólo sirve para preparar la vida eterna. Primero el alma, después con la resurrección de la carne también el cuerpo, si hay pecado habrá castigo, el fuego. Purgatorio o infierno, los dos el mismo sufrimiento, pero uno temporal y el otro eterno. El fin de la Edad Media, que más que una fecha, es un conjunto de acontecimientos que marcará según los historiadores el final de un largo periodo de nuestra historia: “La Antigüedad”,  y la entrada en la “La Modernidad”. La Modernidad comienza con el Renacimiento. Los acontecimientos que se producen cambiaran radicalmente le pensamiento y la mentalidad de los hombres. La sociedad medieval,  en la que las  preocupaciones existenciales estaban centradas en Dios, en la sociedad renacentista las preocupaciones se centran en el Hombre: el Humanismo.

Los acontecimientos que han permitido la transición de la civilización occidental a una nueva concepción del mundo y del hombre son, sin establecer prioridades cuanto a su importancia, se pueden presentar las siguientes: En el año 1529, Lutero, separándose de la iglesia de Roma instaura La Reforma Protestante. 

La teología del Protestantismo es muy diferente a la teología predicada en los tiempos medievales. Mientras que el Dios medieval infunde miedos y culpabilidad a los creyentes, el Dios predicado por Lutero, es el Dios del Amor y de la Misericordia, otorga a todos los creyentes la Gracia y la esperanza de ser acogidos en su seno sin otra condición que la fe. La institución de la iglesia era tan escandalosa y tan apartada de la doctrina de Cristo, que Lutero y con él otros pedían el regreso al cristianismo primitivo. Lutero, en la reforma,  suprime toda forma de jerarquía religiosa.

El culto y las ceremonias son sencillas, los templos, no tienen ninguna ostentación de lujo ni de fausto. En la iglesia protestante no existe ni el purgatorio ni el infierno.

Los fieles tienen que comprender y leer la biblia en su lengua, por lo que suprime la utilización del latín como la lengua oficial de la iglesia. La Comunión, se mantiene como recuerdo a la última cena. Se utilizan el pan y el vino para la celebración del recuerdo, pero sin hacer creer a los fieles que se produce una transformación de esas substancias en la sangre y cuerpo de Cristo. La Iglesia vaticana y el Papa, que habían inventado un “negocio” para sacar dinero a los creyentes con la venta de Bulas, que compradas, podían reducir las penas del purgatorio y asegurarse de una llegada más temprana al paraíso prometido,  provocó tal indignación en Lutero que acelero la reforma protestante. Ya que  la salvación del alma y la remisión de las penas dependían de la capacidad financiera de los creyentes y de su voluntad por  comprar Bulas. La lógica de este sistema, era pues que quedaban excluidos de estas ventajas los pobres, esa clase  miserable existente dentro de la comunidad cristiana. En el año 450, Constantinopla, es conquistada por las tropas otomanas. Es el fin del Impero Romano de Oriente. Muchos de los intelectuales de esta ciudad huyeron a Italia, llevando con ellos numerosas obras pertenecientes a la cultura clásica griega y romana. Los ciudadanos del renacimiento,  en busca de referencias, otras que las de los dogmas y de la religión, encuentran respuestas a sus preocupaciones en la plaza ocupada por el hombre en la civilización. El rumbo y la finalidad de las artes, la literatura, la arquitectura... están dirigidos   a comprender la naturaleza humana y  a olvidar la naturaleza de Dios.  

En el año 1450, Gutenberg inventa la imprenta, permitiendo con su invención la propagación de los libros y el acceso a la lectura a muchos ciudadanos,  contribuyendo a elevar el nivel cultural de la sociedad.  En el año 1492. Los Reyes Católicos reconquistan Granada, último bastión de la presencia árabe en Europa. En el mismo año, Cristóbal Colon emprende un viaje en busca de un nuevo camino para llegar a las Indias y descubre un nuevo Continente, nuevos grupos humanos y nuevas fuentes de riquezas. Estos descubrimientos, cambiaran la imagen del universo terrestre, y la interrogación por parte de la iglesia si esos nuevos habitantes “salvajes”,  tenían un alma o no.   El Renacimiento marca una etapa mayor en la civilización occidental al producirse la gran transición entre el pasado y el futuro en la historia de los hombres. El futuro, que continúa todavía hoy en construcción y del que ignoramos a donde nos lleva y el  tiempo y las generaciones que serán necesarias para realizarlo. El pensamiento renacentista es sólo una etapa, el comienzo de la evolución hacia la “Modernidad” de nuestra historia y de nuestra civilización, constatada en las mentalidades de los hombres de estos tiempos. El pensamiento renacentista se diferencia del pensamiento medieval por haberse liberado del obscurantismo primario. El hombre en esta nueva civilización ocupa el puesto principal del ideal humano. Por la primera vez se siente libre de sus pensamientos y no duda en las circunstancias en la que reina el papa y los eclesiásticos de criticar la institución religión-iglesia de la desviación del mensaje del evangelio, lo que provocará las dos grandes reformas de estos tiempos, la reforma protestante y la contra reforma al interior mismo de la iglesia. Todo este tiempo de descubrimientos, de la extensión de la cultura a gran parte de los ciudadanos pertenecientes a esta civilización, preparan otras generaciones que serán los artífices del racionalismo y del pensamiento progresista. 

El siglo XVIII, llamado el de las Luces, porque en él se pretende ilumina el entendimiento humano.

El hombre, que emerge de la ignorancia  y del obscurantismo dogmático religioso, consigue liberar su conciencia de los prejuicios y de los estereotipos del pasado.

En el pensamiento está la  libertad, la  independencia y la honorabilidad de la existencia del hombre. El Racionalismo, pensamiento filosófico fundado en la Razón, dice Descartes, es la facultad que permite la adquisición de los conocimientos. Con la inteligencia, el hombre puede acceder a la Verdad. La religión revelada, siendo fundamentalmente irracional, ya que sus exigencias son la fe y las creencias.

Los escritos de la biblia y los dogmas han sometido a los hombres durante siglos a la esclavitud del obscurantismo, y le han privado de la libertad más esencial, que es la racionalidad del pensamiento.

El siglo XVIII, será abiertamente crítico con los fundamentos de la doctrinas religiosas y contra toda forma de obscurantismo: milagros, magia, ocultismo… Luchará igualmente contra les estructuras mentales que conducen a las discriminaciones e  impiden el avance del progreso de las civilizaciones.

El hombre es capaz de forjar su propio destino, construir de estructuras sociales de convivencia en el respeto de todos y en el derecho a la diferencia. Por eso la Iglesia tiene que estar fuera de las estructuras del Estado Cada uno mantiene sus competencias separadas.

El pecado pertenece a la iglesia y el delito a las leyes a las jurisdicciones civiles.  

La Libertad de conciencia. Cuando Descartes afirma que sólo la razón permite al hombre de llegar al conocimiento de la Verdad, le atribuye  la capacidad de distinguir lo falso de lo verdadero, el bien del mal, por lo que puede escoger los valores y los principios que regirán su existencia. Descartes define la razón como un sistema que es idéntico en todos los hombres. Mientras que para la iglesia, la razón es un don de Dios que el hombre recibe al nacimiento, la razón es la que permite al hombre de creer en la existencia de Dios. Concluyendo que todos los hombres habiendo recibido este don creen en la existencia de Dios. En el siglo XIX, el Papa Gregorio XVI condena la libertad de conciencia, viendo en ella un arma de destrucción y de decadencia para la civilización cristiana. Años más tarde, en el Concilio Vaticano II, se hace una rectificación a la condenación papal hecha a la libertad de conciencia.

 En el Concilio vaticano II, se proclama “que  la libertad de conciencia es un derecho natural de la persona humana a la libertad civil”. Lo que ha alimentado un debate animado entre teólogos desorientados con el dogma de la infalibilidad  papal. Los conocimientos del Universo de la civilización cristiana, provenían de las explicaciones de la doctrina de la iglesia. El astrónomo y matemático Nicolás Copérnico (siglo XVI), descubre que la tierra gira alrededor del sol, contradiciendo las afirmaciones de la religión que enseñaba lo contrario. El descubrimiento de Copérnico es una revolución que enfrenta a la ciencia con las creencias religiosas. Galileo (siglo XVII), defiende los descubrimientos de Copérnico contra los ataques de los eclesiásticos. Los dos serán perseguidos por la Inquisición y condenados. Johannes Kepler (siglo XVII) siguiendo los
descubrimientos de Copérnico, descubre las leyes del movimiento de los planetas. Conocimientos que servirán más tarde a Isaac Newton (siglo XVII),al descubrimiento de las leyes de la gravitación.

Las ideas científicas de Isaac Newton tendrán una gran influencia en los científicos del siglo XVIII.

Es la razón la que permite el descubrimiento de nuevos conocimientos, la que permite llegar a las verdades: las leyes que rigen al universo. Esto es lo que condena la iglesia, el progreso; encerrada en la ignorancia de lo que es el cosmos y la humanidad, persiste en el inmovilismo y en el obscurantismo dogmático creyendo así protegerse de los peligrosos evidentes que la ciencia puede progresivamente destruir los fundamentos de la doctrina dogmática por falsa y engañosa. El ideal humanista científico, basado en los conocimientos, constata que el desarrollo del “saber” se ha multiplicado y diversificado  dando lugar a una división en campos del conocimiento; matemáticas, física, química, astronomía, y tantas otras materias que se irán creando, como lo son las nuevas tecnologías que necesitaran especialistas profesionales para las aplicaciones en el terreno y para el desarrollo y perfecciones futuras.

Descartes, convencido de la necesidad de transmitir todos conocimientos al mayor número de ciudadanos, decide de dedicarse  durante años a la elaboración de La Enciclopedia,  en la que todo el saber del momento se encuentre recopilado.  -  “La Enciclopedia.” (Diccionario razonado de las ciencias, de las artes y los oficios, publicado en treinta y cinco volúmenes entre 1751 y 1772).-  La Europa de las Luces, como así se bautizó a nuestro Continente en el siglo XVIII. Europa representaba en el imaginario de muchos, sobre todo intelectuales y ciudadanos cultivados, un espacio abierto, sin considerar las fronteras que separaban las naciones. Los hombres se desplazaban fácilmente de un lugar al otro del continente, con la curiosidad de conocer otras latitudes, otras costumbres y de intercambiar ideas, conocimientos, hablar  de los últimos descubrimientos de la ciencia, de las tecnologías y de los descubrimientos de otros continentes.

En este espacio sin barreras, cada hombre era libre de sus pensamientos, todos aspiraban a un mundo mejor, soñaban con un nuevo orden, donde la tolerancia sería la norma de la convivencia, y dentro de la diversidad todos los hombres eran iguales. Mientras que unos soñaban, las grandes potencias del continente luchaban por imponer su hegemonía y su influencia a otras naciones. Las divisiones entre ciudadanos las marcaban las fronteras, las luchas de religiones, la defensa de los intereses nacionales o de las dinastías reales. Los estragos de estas diferencias la sufrían las clases más débiles de las sociedades. Los católicos y los protestantes se mataban en nombre Dios en las guerras de religiones.  La iglesia cristiana se encontraba dividida entre protestantes, católicos, ortodoxos, anglicanos y presbiterianos, que se rechazaban los unos a los otros y se combatían con discursos dogmáticos.  Las naciones: Inglaterra, Francia, Prusia, Suecia, Austria y España estaban involucradas en La guerra de los siete años. (1756-1763), disputándose el derecho de posesión  sobre las tierras pertenecientes a otros,  en el continente, pero también en las tierras coloniales de América.

Los valores predicados por la religión no correspondían con las aspiraciones de armonía, de justicia y de felicidad del pensamiento del tiempo de la luces.

El absolutismo con el que los monarcas gobernaban, sólo favorecían los intereses de una clase social. Los hombres, no todos eran iguales ni libres, sometidos de una parte al dictamen de los dogmas religiosos y por otra al servilismo de los gobernantes. La religión hacía de sus creyentes personas intolerables a las creencias de otros. Odio y rivalidades les enfrentaban por motivos teológicos, a pesar que todos adoraban al mismo Dios. Siendo estas las razones que para muchos ciudadanos dudaban de los valores sobre los cuales se construyó la civilización cristiana. Una nueva concepción de la religión y de Dios en estas circunstancias se imponía. “La religión Natural”,o religión de los filósofos, como algunos la han llamado. En esta religión, el conocimiento de Dios se hace por la razón, la fe no es necesaria como lo es en la religión revelada.

La religión natural, es la religión universal, Dios y la Naturaleza son una misma Identidad. Las leyes que dirigen el Universo son la obra del Gran Arquitecto. Las leyes son inmutables desde el comienzo de los tiempos. Toda la creación, en sus diferencias  funciona conforme a  los mismos principios.

Todos los hombres son iguales dentro del orden establecido. Las religiones conocidas hasta ahora rompen el orden establecido, dividen a los hombres y los hace diferentes según sus creencias. El Dios de la biblia, elige su pueblo: el pueblo judío. Todos los otros pueblos creados los separa del suyo y les hace sus enemigos. Dios establece un pacto con su pueblo: todos los varones viviendo en el pueblo judío tienen que ser circuncidados. En la religión católica, todos los seres humanos nacen con el pecado original. Es la herencia que recibe toda la humanidad por la desobediencia de unos antepasados lejanos por comer un fruto prohibido. Imposible de comprender por el entendimiento humano pero obligado a aceptar por la sumisión a los dogmas de la Iglesia católica. La Religión natural puede llevarnos a considerar el comienzo de la Humanidad y el  principio del pensamiento del hombre.

 El hombre que solo conocía la Naturaleza, al estado bruto, pues la civilización, tal como hoy la imaginamos no existía.

En esos millones de siglos de la prehistoria, la idea de Dios no existía, aún menos la noción de pecado.

 El pensamiento humano se construía observando y experimentando lo percibido del funcionamiento de la tierra y el cielo. Los ciclos, las estaciones, el movimiento de las estrellas… y todo ello en un espacio reducido donde se producía la existencia. Legítimamente se puede pensar que la vida, con el nacimiento y la muerte era una de las preocupaciones existenciales de esos hombres y el gran misterio.

A un momento tuvo que producirse en los mecanismos  mentales las creencias, lo que más tarde serán los cimientos de las religiones. Todos aquellos acontecimientos, inexplicables  al entendimiento, como lo eran las enfermedades, las catástrofes naturales o la violencia con la que la naturaleza se manifestaba, el hombre habiendo nacido racional desde su comienzo, sentía la necesidad de explicarlo, y no llegando con la razón, inventa las creencias irracionales, las supersticiones, los mitos y las historias extraordinarias  para explicar lo inexplicable. Las creencias, por su naturaleza irracional, no tienen ninguna exigencia de la verdad y de lo auténtico, basta con adhesión incondicional para que encuentre legitimidad en el imaginario del hombre.

Mucho antes de la escritura de la biblia fueron escritos los mitos. Con ellos, los hombres comenzaron a hablar de dioses y de divinidades. Nadie niega que estos dioses y divinidades fueran creados por  la imaginación de los hombres, que estos dioses fueron creados a la imagen del hombre. Todos ellos tienen las cualidades humanas, son celosos, se enamoran, copulan, se hacen la guerra, la diferencia con los hombres es que son inmortales. Cuando se escribe la biblia, esta vez es Dios el que crea al hombre a su imagen y semejanza, y que el primer dios de la Biblia: Yahvé,  es el dios del pueblo judío. Hay que esperar al siglo VI antes de Cristo para que se realice un inmenso trabajo de escritura de los libros de la Biblia, este es el testimonio de Ezequiel, para que el Dios de los judíos sea proclamado el dios de todos los pueblos. Aunque no exista comparación entre el hombre prehistórico y el hombre de las luces, ya que la enorme evolución del pensamiento ha elucidado misterios de antaño y ha puesto en evidencia certitudes. Sin embargo el obscurantismo dogmático sigue siendo actualidad en este siglo. Los hombres actores de los cambios de pensamiento y mentalidad del siglo de la luces, no son ateos, no atacan la idea de la existencia de Dios, su contestación es la religión relevada, de la que critican el carácter fantástico y extraordinario de sus historias y la irracionalidad de sus dogmas. Por ello, comprobamos que muchos de los actores de este siglo buscan otra religión y otro Dios en la misma naturaleza. Pensando que las leyes que rigen el Universo tienen que haber creado a todos los hombres iguales. Un Dios que sus leyes hace funcionar el Universo y que no necesita ni templos ni castas sacerdotales a su servicio. E

l es, junto a todo los creado, y el hombre con su inteligencia puede  marcar su camino en el orden de lo ya determinado en un espacio abierto al que nunca llegaremos a descubrir, junto al tiempo, los límites del universo.

Las ideas que circularon de un lugar al otro del espacio del continente europeo son las que construyeron el pensamiento europeo del siglo XVIII. Las características esenciales de este pensamiento son el racionalismo, la igualdad de todos los ciudadanos y la creación de una sociedad tolerante, progresista y laica. Las manifestaciones de este movimiento, las encontramos detrás de las apelaciones  que ciertas naciones le dieron: Las Luces, en Francia; L’Aufklärung, en Alemania; L’Enlightenment, en Inglaterra; La Ilustración, en España; Il Iluminismo, en Italia. Cada una de ellas presentadas con los caracteres peculiares de sus tradiciones y con el fondo cultural de sus pueblos. Frente a la Utopía de un espacio común para todos los europeos, “Hoy, no hay ni franceses, ni alemanes, ni españoles, ni ingleses, a pesar de lo que se diga, solo hay europeos” Jean-Jacques Rousseau, 1771., se imponenlas realidades de los tiempos. Se producirá una primera división entre la Europa del Oeste y del Este.

La división continuara con el nacimiento de los nacionalismos. Los hombres son separados por nacionalidades, se les exalta en los sentimientos patrióticos y se le prepara a la defensa de la patria en confrontaciones belicosas. Dar la vida por la patria es un honor para el que muere, defender los intereses de gobiernos y dinastías reales merecían un reconocimiento al muerto, se le otorga una medalla, a título póstumo por el coraje propio de un héroe, que nunca hubiese sido reconocido de haber sobrevivido pero si cuando ha caído en la muerte. Más tarde surgen las ideologías. Con ellas se dividen los ciudadanos al interior mismo de las naciones con criterios de raza, de etnia, de pensamiento, de creencias y de orientaciones sexuales. Se trata de crear una nueva especie humana, para ello se procede a la exterminación, a las condenaciones a trabajos forzados o a centros de reeducación de los desviados.

Aparecen también las dictaduras, de izquierdas y de derechas y presentes en todos los continentes.

Las dictaduras de derechas fueron y siguen siendo las preferidas de la Iglesia. Siempre han compartido con ellas las mismas ideas y métodos para combatir eficazmente los opositores y los desviados de la moral católica. Si una conclusión es necesaria diré que el conocimiento del pasado puede ayudarnos a comprender el presente. Es mi convicción personal, lo mismo que digo que el estudio de la historia necesita un cierto estado de espíritu.

Considero que nuestra propia existencia no es más que un eslabón en la cadena de la evolución de la humanidad y del pensamiento. Heredamos lo que otros construyeron, tal vez lo que hagamos sea importante para la construcción del futuro.

Sabiendo que este futuro, por la misma ley de la vida ya no será el nuestro.

Se puede pasar por su tiempo indiferente, preocupados solo por nuestra persona o nuestros intereses, ser espectador de los acontecimientos que ocurren o sentirse implicado, de diferentes maneras, de lo que es nuestro presente y el de tantos otros.

Sentirse un elemento viviente en la existencia humana, es alegrarse, entristecerse, reír o llorar,, indignarse… es participar con la razón y los sentimientos en ese gigantesco cosmos que descubrimos y del que nunca llegaremos a descubrir todas las maravillas y misterios

M.'. M.'. Jose Eliud Garcia Martínez .'.